Orizonia, nuevo colapso turístico

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Con una deuda financiera de 619 millones de euros; con deudas a sus proveedores que solo en 2011 ya se estimaban en 566 millones de euros; sin licencia para vender billetes por impago a la Iata de 15 millones de euros; vuelos de la aerolínea Orbest cancelados y la web de Vibo Viajes cerrada. Personas encerradas en la sucursal de la agencia de viajes del Puerto de Santa María reclamando la devolución de su dinero y turistas españoles en el extranjero a los que ahora los hoteles en que se encuentran les reclaman el importe de alojamientos ya pagados.

Caótica la situación que ha planteado Orizonia y que se veía venir en los últimos meses y que ha dejado, de nuevo, al sector turístico español en una situación de alerta insostenible. Máxime cuando también se junta con la huelga de Iberia y el caos producido ayer en el aeropuerto de Barajas. Mala imagen, pésima, la que estamos dado en el exterior en un sector del que tanta gente vive.

Remontemos un poco en la historia de esta compañía que nació prácticamente allá por el año 2006 cuando la familia Fluxá vendió esta división a los fondos Carlyle, Vista Capital e ICG por 900 millones de euros. En principio era una operación brillante para una empresa que con el tiempo no supo enfrentarse a los años difíciles que estaban por llegar. Quizás nadie podía prever una crisis económica y financiera mundial del calado que hemos tenido, pero lo cierto es que la compañía siguió creciendo en sus primeros años vía adquisiciones, hasta que, lastrada por la crisis hubo de renegociar en el 2012 el fuerte endeudamiento en el que se había metido. La solución pasaba por buscar un cambio en su cúpula inversora dándole un relevo a Carlyle capital. Sus otros dos inversores iniciales, Vista Capital, que pertenece a Banco Santander, e ICG, ofrecieron una inyección de dinero ascendente a 60 millones de euros, pero con la opción de que pudiera pujarse por la compañía.

Barceló fue la primera en intentarlo e igualó la puja de esos 60 millones de euros. Tras retirarse los dos primeros inversores, Barceló quedaría como única inversora en la puja hasta que finalmente rebajó su oferta a 40 millones de euros y una quita de 115 millones de deuda.

Intereses internos no estaban por aprobar esta operación que parecía hecha, e ICG terminó vetándola. Fue la oportunidad para Globalia, la compañía que preside la familia Hidalgo y que cerró la compra por 60 millones de euros y asumir una deuda de 81 millones de euros de los más de 600 que tenía Orizonia. Aun cuando la operación quedaba pendiente del visto bueno de Competencia, el acuerdo incluía que un 20% del importe acordado se inyectara en el mes de diciembre (15 millones de euros), mientras que los 25 millones siguientes se ingresarían cuando la CNC (Competencia) avalara la operación.

Desgraciadamente los problemas han llegado cuando hace unos días la Comisión Nacional de Competencia anunció que haría un análisis exhaustivo de toda la operación para evitar cualquier problema de ocmpetencia que pudiera surgir, pues la unión Globalia-Orizonia dejaría al mercado turístico español prácticamente en situación de monopolio.

El retraso sería considerable, dos meses, y la situación financiera de Orizonia ya no daba para más aplazamientos.

Solo dos días después, el pasado viernes, Orizonia, se acogió al capítulo 5.3 de la Ley concursal, con lo que se blinda ante peticiones de concursos y le otorga cuatro meses para negociar con sus acreedores.

Ante esta situación acumulada, Globalia, su compradora, retuvo el pago del segundo plazo, los 25 millones acordados que, recordemos, estaban supeditados a la aprobación de competencia.

El resultado ha sido todo este caos con el que hemos abierto este artículo y que se vio confirmado ayer lunes cuando la compañía comunicó a sus empleados que la compañía cerraría e intentaría vender por separado cada una de sus partes. Los planes pasarán por vender parte de su línea aérea (Orbest) y la red business de negocios. El resto del grupo será desmantelado, incluyendo a las marcas Vibo (la antigua Viajes Iberia), Solplan, Condor, Iberojet, Viva Tours, Smilo y Kirunna, además de la cadena hotelera Luabay.

El ERE (expediente de regulación de empleo) afectará según algunos cálculos a más de 3.000 empleados, pero sobre todo, dejará un agujero importante en las principales cadenas hoteleras españolas. De hecho, la deuda del grupo con este sector asciende a unos 200 millones de euros, y eso cuando aún muchos de ellas ya se negaban a trabajar con el grupo, o lo hacían en prepago (es decir, obligaban a Orizonia a pagar con antelación las reservas realizadas). De hecho, ya ha habido problemas en algunos hoteles internacionales quienes han forzado a algunos turistas españoles a pagar en sus mismas instalaciones el pago del alojamiento aún cuando éstos ya lo habían pagado de antemano al grupo.

Del mismo modo, también se verán afectadas diversas aerolíneas, como Iberia, que es acreedora en 7 millones de euros.

No hay que olvidar que Orizonia contaba con 445 oficinas propias, con 136 franquiciadas y con 241 asociadas.

No se perderá todo, claro está, porque en buena parte su negocio será reabsorbido por sus competidores que ante tal oportunidad se han puesto las pilas para quedarse con esa porción de clientela de Orizonia. De hecho, tanto Barceló, como Nautalia como Carrefour han recibido desde el viernes pasado muchas solicitudes de franquicia de agencias que pertenecen aún a Vibo Viajes. Por su parte el hueco de negocios que dejan los tour operadores de Orizonia lo absorberá en buena parte Travelplán, su principal competidor, mientras que en el apartado minorista el más beneficiado puede ser Viajes el Corte Inglés, seguido de Barceló y Nautalia.

Queda mucho camino por delante, y muchas tensiones, pero lo único cierto es que la falta de entendimiento, la rigidez de las operaciones, y la mala gestión de la compañía va a significar un duro golpe para el sector turístico español en un momento nada propicio.

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