El BCE y la deuda
Ya hemos analizado los motivos por los que la monetización de deuda soberana por parte del BCE (la compra directa de los bonos de deuda de los países con problemas de financiación en los mercados) no es posible en este momento de acuerdo a los estatutos que rigen el funcionamiento de este organismo.
Otra cosa sería el debate sobre si el BCE puede fijar criterios objetivos para el precio de la deuda. Ahora que los cambios políticos ponen en duda esta política es necesario recordar que los estatutos pueden cambiarse y la situación revertirse. Esto nos obliga a analizar los motivos no legales sino políticos por los que en países europeos concretos hay reticencias a que se adopte esta política.
En primer lugar cabe analizar que la situación de los diferentes países de la eurozona no solo es distinta según el caso sino que llega a ser contraria: así tenemos países cuya posición deudora con el exterior es de más del 100% del PIB (Portugal) o de acasi el 90% del PIB (este es nuestro caso y el de Grecia) mientras que otros como Alemania resulta que no solo no deben sino que son acreedores netos. Así resulta que la política monetaria que conviene a unos no es buena para otros ya que una inyección monetaria devalua las deudas. En ésto se encuentra la diferencia con EE.UU. y Gran Bretaña: estos países son deudores netos por lo que una política de dicho tipo lo único en lo que les perjudica es en la devaluación de su moneda y el correspondiente encarecimiento de las materias primas.
Así pues el debate está servido puesto que, aunque algunos países están en posición acreedora, la posición de la eurozona en su conjunto respecto al mundo es deudora por un modesto 13,4% del PIB, lo cual es inferior a EE.UU. y Gran Bretaña que deben un 17% y un 23,8% respectivamente. Esto da argumentos a ambos bandos ya que por un lado puede defenderse la utilización de algún programa de QE a la europea, pero por otro lado no puede ignorarse que EE.UU. y Gran Bretaña y, probablemente, Japón responderían con políticas exactamente iguales, cosa que haría bajar todas las monedas al unísono sin conseguir excesivas ventajas y a cambio del encarecimiento de los recursos importados.