El miedo a las escaladas del petróleo

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El petróleo no es una materia más; es, en manos de los países productores, un arma estratégica para sus intereses cuyo uso provoca serios desajustes en las economías y las Bolsas de los países avanzados.

Si el crudo se encarece, puede dar lugar a un rebrote de la inflación que obligue a subir los tipos de interés para atajarlo, lo que repercute de manera negativa en al cuenta de resultados de las empresas y en su capacidad de inversión.

Esto se traduce en menos crecimiento económico y menos puestos de trabajo. Lo mismo sucede con el otro aspecto negativo de la subida del oro negro: es una factura energética mayor para las compañías que tiene el mismo resultado adverso para el conjunto de la economía.

Por ello, las malas noticias relacionadas directa o indirectamente con el precio del petróleo llevan los números rojos a las Bolsas, sobre todo a compañías aéreas como Iberia, cuya cotización se viene abajo cada vez que hay una nueva escalada del crudo porque el combustible supone más del 10% de sus costes totales.

Algunos líderes occidentales han tratado de reaccionar a esta situación con propuestas que, en unos casos, todavía no han tenido éxito y en otros tardarán tiempo en surtir efecto.

Las dos más destacadas corresponden al ex presidente de EEUU George W. Bush, y a la ex vicepresidenta de la Comisión Europea Loyola de Palacio. Ambas estrategias tenían un denominador común –evitar la dependencia energética de Oriente Medio- pero transitaban por caminos distintos.

Mientras Bush intentó mejorar las relaciones entre EEUU y África para que el continente negro pase a ser la principal fuente de petróleo de Occidente, Loyola trató de promover el retorno a la energía nuclear en la Unión Europea. La primera estrategia tuvo desde luego más éxito que la segunda.

Foto Vía: Mataparda

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