El entorno exterior de la empresa

factores exteriores

El ‘esquema Porter’, cuyo nombre procede del universitario que lo concibió, refleja los cinco elementos que componen el entorno exterior de cualquier empresa.

El primer elemento son los competidores potenciales, es decir, otras empresas que se creen capaces de ofrecer un producto o servicio mejor (o similar, pero por un precio más bajo) e intentarán introducirse en el mercado. Puede tratarse, por ejemplo, de un fabricante de coches asiático que vea que puede fabricar coches con una mejor relación calidad-precio que sus competidores europeos.

En segundo lugar aparecen los clientes, quienes intentan obtener las mejores condiciones en cuanto a servicios, precios, etc., manteniendo así una presión constante sobre la empresa. Para atraerlos, toda empresa debe tener en cuenta la evolución de sus gastos y de sus necesidades.

El tercer elemento del ‘esquema Porter’ son los productos sustitutivos. En este sentido, las empresas competidoras pueden ofrecer productos diferentes, pero todos están dirigidos a satisfacer la misma necesidad de los clientes. Por ejemplo, en telefonía, un gran número de clientes ha rescindido su contrato fijo quedándose sólo con el móvil. Así, el teléfono móvil se ha convertido en un sustituto del fijo.

A continuación figuran los proveedores, que pueden revisar las condiciones a las que venden la materia prima o a las que ofrecen el capital necesario para la actividad de la empresa. Por ejemplo, el sector químico está condicionado por la evolución de la oferta petrolera, cuyos precios están muy condicionados por la política de los países de la OPEP.

En último lugar aparece la rivalidad entre empresas ya instaladas en el mercado, que compiten en una guerra de precios y de mejora de los productos y los servicios para ganar o reforzar su cuota de mercado. Por ejemplo, entre los grandes grupos de distribución se libra una auténtica guerra sin tregua dentro de una misma ciudad.

A estos cinco elementos hay que añadir el Estado, que controla y regula la vida de la empresa. Muchas veces, aunque la obtención de beneficios no se encuentra entre sus preocupaciones, el Estado se hace ‘comerciante’: ofrece productos y servicios en un mercado que puede estar abierto o no a la competencia del sector privado. Es el caso, por ejemplo, del servicio postal, aunque se intenta liberalizar a marchas forzadas, como ya se hizo con las telecomunicaciones o una parte del sistema eléctrico.

Foto Vía: Eric Hunt

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